El 7 de abril de 1922 no era un día muy propicio para volar, con llovizna y niebla que dificultaban la visión. Pero la vida seguía y dos aviones de línea, un de Havilland DH-18A y un Farman F.60 Goliath realizaban sus servicios rutinarios aquella fatídica mañana.
Los dos aviones volaban cerca de Thieuloi-Saint Antoine, a unos 110 kilómetros al norte de París, a una altitud de 150 metros cuando colisionaron, causando la muerte de las siete personas a bordo. Dos, piloto y una persona de atención al vuelo en el DH-18, y los dos tripulantes y tres pasajeros en el Goliath.

La compañía británica Dainler Airway operaba el DH-18A con matriculación G-EAWO, en un vuelo entre Croydon, al sur de Londres, y Le Bourget, París. El Farman Goliath F-GAED realizaba la ruta opuesta, y estaba operado por la compañía francesa CGEA (Compagnie Grands Express Aeriennes). Se cree que ambos aviones seguían la Carretera manteniendo contacto visual con tierra, como era practica normal en aquellos tiempos. Los pilotos no debieron verse por la niebla y no tuvieron tiempo de realizar maniobras evasivas.

El accidente llevó a cambios en la legislación, con la obligación de llevar equipos de radio en todos los aviones de líneas comerciales, y el establecimiento de corredores aéreos. Adicionalmente el estado francés estableció una red de faros aéreos, que podían ser vistos desde 25 kilómetros. Uno de ellos se encontraba en la torre Eiffel.

La primera colisión aérea ocurrió el 3 de octubre de 1910 en Milán, Italia, cuando el piloto francés René Thomas, a bordo de un monoplano Antoinette IV, choca con el capitán del ejército británico Bertram Dickson y su biplano Farman III. Ambos sobrevivieron.