Estamos vaciando la palabra democracia. No se si hay mucha gente que sabe lo que significa realmente y lo que hay detrás de ella. En nuestro país esta democracia que ahora conocemos se empezó a gestar antes de la muerte del dictador y fue real a partir de que se aceptase por la inmensa mayoría la Constitución de 1978. Aquello quizá no era una democracia, pero apuntaba maneras.
La Transición que salió de aquello, es un hecho reconocido en casi todo el mundo, modélico para algunos, necesario para mayoría, y una traición para algunos otros. Lo que sí tuvo la transición, que ahora echo en falta, fueron personas que se consideraron responsables y antepusieron los intereses de todos a los suyos personales o los de su partido, sabiendo que todos saldrían beneficiados.
Pero a cuarenta años vista, quienes hicieron esa transición lo mejor que pudieron, no fueron capaces de anticipar ciertos efectos perversos, y sobre todo que a partir de entonces, contar con responsables políticos que tuviesen su altura de miras, ha sido algo tan extraño, que al final ha terminado por desaparecer.
Pasamos de una democracia ilusionada a una partitocracia egoísta, y de ahí, solo había un paso hacia una dictadura de los mediocres, aquellos capaces de estar de perfil hasta que llega el momento de saltar.
Pasamos de un “acercar el gobierno a las necesidades de cada región” a 17 gobiernos que son incapaces de ponerse de acuerdo para que un español no tenga serias dificultades cuando se pone enfermo fuera de su propia autonomía. Hemos logrado multiplicar las duplicidades de tal forma que hay que inventar trabajo para mantener todos los chiringuitos creados. Y estos se siguen multiplicando.
Hemos pasado de gobernantes con un cierto sentido de estado a simples políticos con sentido del espectáculo, que no entienden de equilibrios, por lo que cuando tocan una cosa “para bien”, destrozan unas cuantas para mal. Desde el señor Aznar, que por cierto, me caía como una patada ahí, no hemos tenido un gobernante con proyecto ilusionante, real y que generase riqueza y progreso a nuestro país.
La maraña de las autonomías ha dejado de ser algo deseable para convertirse en un pesado problema, cuya utilidad ha quedado atrás hace demasiado tiempo, y que conlleva unos costes totalmente desproporcionados para cualquier cosa que realmente sirva para algo.
Yo no se si es el momento de que se produzca un crack en nuestra querida, España, pero debemos estar muy cerca. La casta política no tiene vínculo alguno con la mayor parte de la población que observa alucinada como se gastan los dineros que tanto les cuesta ganar en políticas sin sentido, colocación de amiguetes, y en decisiones nefastas que no llevan a ninguna parte.
Es la dictadura del mediocre. El que no tiene problemas con nada, porque nada le interesa, todo es relativo, no tiene principios, ni respeto, ni formación. Cuando las personas a las que confiamos la mitad de lo que ganamos con nuestro duro trabajo, no han trabajado en su vida, cuando la gran mayoría de estas personas demuestra menos conocimiento y menos cabeza que la mayor parte de la población a la que gobierna, entonces estamos abocados al desastre.
Yo no sé cuantos de ustedes confiarían sus ahorros a un cantamañanas que no ha trabajado en su vida, y a su panda de amiguetes, pero esto es lo que hemos hecho en este país. A cambio, hay que reconocerlo, nos están enseñando como hablar correctamente para que nadie se sienta ofendido, nos están enseñando a pensar de forma “inclusiva”, están reescribiendo nuestra historia, y sobre todo nos están enseñando realmente quien son buenos y quien son malos.
Mientras tanto, los dineros confiados, al garete, y prepárense para comenzar a pagar las diferentes derramas que les van a pedir para cubrir los agujeros que están formando, y que no solo les están endeudando a ustedes, sino a sus propios nietos. Eso sí, todo en nombre de la sacrosanta “democracia”.